viernes, 23 de abril de 2010

Estudio, capítulo dos en las últimas, y un concierto indefinible

Hoy volví a salir a correr, a retomar el ritmo del ejercicio aprovechando que el clima ha entrado en franca mejoría. Y luego, unas cuantas horas para escribir. Ya estoy viendo "la luz al final del túnel" en el capítulo que estoy trabajando de la investigación. Y con esto paso el umbral del cincuenta por ciento.

Pero la oscuridad del túnel apareció de nuevo al final de la tarde cuando asistimos con Diana a un concierto en el Auditorio Nacional. Le regalaron unas boletas para un concierto monográfico de Iannis Xenakis, compositor del que sabía muy poco, pero sí lo suficiente como para preveer que sería un concierto "loco".

Xenakis es un digno representante de la música del siglo XX. Como sé muy poco de ella solo diré que es atonal y muy compleja. Las dos primeras obras para solista de percusión fueron interpretadas en el hall del teatro. Y luego siguió un concierto sinfónico con las obras Terretektorh, Nomos Gamma y Orestia. En las dos primeras, un espacio del escenario fue habilitado para que el publico pudiera sentarse entre la orquesta, que estaba en una disposición que crea efectos sonoros para quienes están allí. Y adivinen: por casualidad nos sentamos en el centro del escenario, con el director al frente, tal como si estuviéramos en la posición de primer oboe o primera flauta. No sabíamos que el escoger una entrada para evitar el tumulto nos tocara esa posición de privilegio.

Pero el privilegio se convirtió en tortura después del intermedio porque la última obra fue muy larga y más compleja que las anteriores, que hasta nos dieron ganas de salirnos. Pero era imposible, estábamos en el escenario. La composición era para cantantes solistas, un grupo instrumental de vientos y percusión, coro mixto y coro infantil. Imagínese una obra de una hora de duración, con un lenguaje como el que sigue en el video:


No digo más.

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